A Santi y Carmen
Esa ridiculez de que Gallo se convierta en Austria, pff, así, sin previo aviso; buena ocasión para una charla con un librero que transpoló a hermoso en otra librería mucho más mítica, sin hojas vacías. El tiempo pasa y no en vano, eso diría alguien que no entiende que somos nosotros los que pasamos por el tiempo, pero bueno, finalmente, Pasaje Bollini. Casi se diría un pequeño pueblito italiano. Los vecinos nos recibieron desde la ventana, Buona sera a tutti quanti! Qué magnifico luce el sol en su jardín!. Disculpáronse por las joyas - son solo tres días-. El Picachu dinamitado nos sonrió maliciosamente - algo oculta este bicho, una oscura felicidad- y oligateamos ratones, ciervos y un señor-oso (medio chuwacado) todos enmarcados con linternas, pelotitas de golf, un desfile que fue estruendósamente risueño, sí, nos reimos, qué gusto.
El 152 vino como bólido fantástico, nos causó sin embargo un pequeño dislocamiento, se apoderaron de nuestras cabezas ínfimos rutilantes. Primero tomaron la lengua, fue con tanta geometría que nos dimos cuenta, algo andaba más lento, sin embargo los embaldosamos en una fábrica babilónica de un segundo subsuelo en Florida y nos enteramos que el arte cotiza, en monedas venusianas, gran sorpresa que decidimos festejar antes con alfajores y un paisaje ruso que colaba sirenas, teatro dentro de teatro y turquesa a-priori. Hicimos una parada intermedia y vimos un gran pollo que ejecutó una danza aérea muda y sorda, hasta que los rutilantes se apoderaron de nuestro oídos y nos hicieron saber que la ejecución era al son de la Zamba de la Esperanza.
Pusimos finalmente los pies al servicio de los rutilantes que nos desplazaron en medio de listas infinitas de talleres, técnicas y posibles esculturas hasta la falsa-amante-de-Warhol, que según nuestros rutilantes nos dejaron escuchar, es también falsa-curadora de la apoteótica muestra de artistas que se contemplaban cara a cara, incrédulos ante el enfrentamiento. ¡Pero qué atardecer!
El apoderamiento fue total a la salida, los vigilantes comenzaron a notar de que éramos meros rutilantes y nos atacaron con líneas infranqueables y celulares prohibidos.
Rutilamos, tres, compartiendo tiempo y espacio, mosqueteros los rutilantes
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